En estos últimos años se ha puesto muy de moda en Silicon Valley, ecosistemas de innovación, startups e incluso en el mundo del wellness, potenciación y biohacking, una tendencia conocida como microdosing o microdosificación.
Consiste en tomar pequeñísimas dosis de drogas psicodélicas como LSD o psilocibina de setas o trufas, como quien se toma el café de la mañana, para supuestamente mejorar el rendimiento en el trabajo, la creatividad, la concentración, la productividad, el estado de ánimo y todo tipo de supuestos beneficios que sus defensores reportan, incluso terapéuticos.
Esta práctica fue descrita por primera vez en 2011 por el investigador James Fadiman en su libro «La guía del explorador psicodélico«, basándose en las experiencias de varias personas, y consiste en consumir aproximadamente una décima parte de la dosis que se usaría para tener una experiencia psicodélica completa, una vez cada dos o tres días, aunque también existen otros regímenes diferentes.
La realidad científica es que en los pocos ensayos clínicos que se han hecho por el momento esta práctica no ha conseguido demostrar mayor eficacia que la de un placebo, pero esto no quiere decir que en un futuro no pueda llegar encontrarse que tiene efectos interesantes, sobretodo para estimular procesos como la neuroplasticidad o la sinaptogénesis, pero de momento sólo se han podido demostrar algunos de estos efectos neuronales positivos en ratones, y tampoco conocemos su perfil de riesgo en humanos.
El consumo de drogas, legales o ilegales, conlleva riesgos y no es recomendable. Sin embargo, si decides hacerlo, infórmate bien sobre la sustancia, su duración, efectos y dosificación. Utiliza servicios de reducción de riesgos como Energy Control (España), Dance Safe (USA), Kosmicare (Portugal) o Échele Cabeza (Colombia).
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