Efectos sobre el sistema gastrointestinal: El alcohol puede irritar el sistema gastrointestinal y aumentar el riesgo de úlceras y sangrados gástricos. La metilprednisolona, por ser un corticosteroide, también puede tener efectos sobre el tracto gastrointestinal, como irritación o úlcera péptica, especialmente cuando se usa por períodos prolongados. Aunque la combinación de ambos no suele provocar efectos graves inmediatos, sí aumenta el riesgo de efectos gastrointestinales negativos a largo plazo.
Efectos sobre el sistema nervioso central: El alcohol es un depresor del sistema nervioso central y puede causar sedación, mareos y dificultades para concentrarse. La metilprednisolona, por su parte, puede causar irritabilidad, insomnio y ansiedad. La combinación de ambos fármacos puede resultar en efectos impredecibles sobre el estado mental, como mayor sedación o alteraciones del ánimo, lo que puede afectar la capacidad de tomar decisiones y realizar tareas que requieran concentración.
Efectos sobre la función hepática: Tanto el alcohol como la metilprednisolona se metabolizan en el hígado. El consumo excesivo de alcohol puede aumentar la tensión sobre el hígado y alterar su capacidad para metabolizar sustancias, mientras que la metilprednisolona puede afectar las enzimas hepáticas, especialmente en tratamientos a largo plazo. La combinación de ambos puede poner estrés adicional en el hígado, lo que puede ser problemático, particularmente en personas con afecciones hepáticas preexistentes.
Efectos sobre el sistema inmunológico: La metilprednisolona suprime el sistema inmunológico, lo que puede hacer que el cuerpo sea más susceptible a infecciones. El alcohol también tiene efectos negativos sobre el sistema inmunológico, reduciendo la capacidad del cuerpo para combatir infecciones. Combinados, ambos pueden hacer que el cuerpo sea más vulnerable a infecciones y enfermedades.