Potenciación de efectos psicodélicos: La ibogaína y el LSD actúan sobre los sistemas serotoninérgico y dopaminérgico, lo que puede intensificar las alucinaciones, las distorsiones perceptivas y las respuestas emocionales. Esto puede llevar a un estado de confusión extrema, ansiedad, paranoia o pánico.
Efectos cardiovasculares: La ibogaína puede prolongar el intervalo QT, y el LSD aumenta la actividad simpática. Juntas, estas sustancias podrían elevar significativamente el riesgo de arritmias, hipertensión y complicaciones cardiovasculares graves.
Impacto en el sistema nervioso central: Ambas sustancias pueden inducir convulsiones en dosis altas o en individuos predispuestos. Los efectos sinérgicos pueden sobrecargar el sistema nervioso, causando disforia extrema, colapso mental o incluso psicosis temporal.
Riesgo de sobrecarga emocional y mental: El estado introspectivo e intenso de la ibogaína combinado con los efectos visuales y sensoriales del LSD puede ser abrumador, especialmente sin un entorno controlado. Existe un mayor riesgo de experiencias traumáticas o desorientadoras.
Hipertermia y deshidratación: Ambas sustancias pueden alterar la termorregulación y causar hipertermia, especialmente si se consumen en un entorno no controlado.