Efectos cardiovasculares: La cafeína puede aumentar la frecuencia cardíaca y la presión arterial.
La ibogaína, al prolongar el intervalo QT, eleva el riesgo de arritmias. En combinación, esto podría amplificar los riesgos cardiovasculares, especialmente en personas con enfermedades cardíacas subyacentes.
Efectos neurológicos: La cafeína puede agravar los efectos estimulantes de la ibogaína, aumentando el riesgo de ansiedad, insomnio y sobreestimulación. Ambas sustancias pueden contribuir al riesgo de convulsiones, particularmente en dosis altas.
Sobrecarga del sistema nervioso central: La cafeína podría intensificar los efectos psicodélicos y estimulantes de la ibogaína, lo que puede llevar a estados de ansiedad, pánico o confusión, especialmente en un entorno no controlado.
Toxicidad hepática: La ibogaína se metaboliza en el hígado, principalmente a través del CYP2D6. Aunque la cafeína no utiliza esta vía, su consumo en exceso podría sobrecargar el hígado e influir en el metabolismo de la ibogaína, aumentando su toxicidad.