Efectos cruzados: Cuando se combinan, el hachís puede intensificar o modular los efectos del LSD. Dependiendo del contexto y la dosis, esto puede ser placentero o extremadamente confuso y abrumador.
Riesgo psicológico: El LSD por sí solo puede inducir episodios de ansiedad o paranoia. El hachís puede amplificar estos efectos, especialmente si se consume en dosis altas o si la persona no está familiarizada con las sustancias. La combinación puede dificultar el manejo de la experiencia psicodélica, aumentando el riesgo de un «mal viaje» caracterizado por miedo, confusión y pérdida de control.
Impacto emocional: Las emociones intensificadas por el LSD pueden volverse más impredecibles con la influencia del hachís, aumentando tanto la euforia como el riesgo de estados emocionales negativos. En algunos casos, el hachís puede suavizar la transición de los efectos del LSD, haciendo que la experiencia sea más relajada, pero esto depende de la dosis y del estado mental previo.
Entorno y estado mental («Set & Setting»): Dado que el LSD amplifica las percepciones sensoriales y emocionales, el entorno y el estado mental previo son cruciales. Añadir hachís puede complicar la experiencia si el entorno no es seguro o si la persona no está preparada psicológicamente.
Riesgo físico: Aunque no hay riesgos físicos significativos asociados a esta combinación en personas sanas, la desorientación y el juicio alterado pueden llevar a comportamientos impulsivos o peligrosos.