Efectos contradictorios sobre el SNC: La estimulación de la cocaína y la depresión de la dihidrocodeína pueden sobrecargar el sistema nervioso, llevando a efectos impredecibles como ansiedad extrema, confusión, o convulsiones.
Alto riesgo cardiovascular: La cocaína puede causar taquicardia y hipertensión, mientras que la dihidrocodeína puede inducir sedación y hipotensión. Estas fluctuaciones extremas en los parámetros cardiovasculares aumentan el riesgo de arritmias, infarto de miocardio o colapso cardíaco.
Depresión respiratoria: Aunque la cocaína no deprime directamente la respiración, la dihidrocodeína sí lo hace, y en combinación con el estado alterado inducido por la cocaína, una persona puede no notar los síntomas iniciales de dificultad respiratoria, lo que podría llevar a una sobredosis.
Riesgo de sobredosis: La cocaína puede enmascarar los efectos sedantes de la dihidrocodeína, llevando a la persona a consumir más opioides de los que tolera, aumentando el riesgo de depresión respiratoria fatal.
Efectos psicológicos impredecibles: La cocaína puede aumentar la agitación y la paranoia, mientras que la dihidrocodeína puede inducir confusión o sedación. Esto puede resultar en comportamientos peligrosos o falta de control sobre la situación.
Toxicidad hepática: Ambas sustancias son metabolizadas en el hígado, lo que podría aumentar el riesgo de estrés hepático o daño en personas con una función hepática comprometida.