Efectos sobre el sistema nervioso: La dexametasona puede causar efectos secundarios como ansiedad, irritabilidad y alteraciones en el estado de ánimo. Por su parte, el cannabis puede producir efectos como relajación, euforia o, en algunas personas, ansiedad y paranoia. La interacción entre ambos podría intensificar las alteraciones emocionales y psicológicas, especialmente en personas sensibles.
Efectos sobre el sistema inmunológico: La dexametasona tiene un efecto inmunosupresor, reduciendo la capacidad del cuerpo para combatir infecciones. Aunque el cannabis no tiene un efecto inmunosupresor directo, puede influir en el sistema inmunológico dependiendo de la dosis y el uso crónico. La combinación podría debilitar aún más las defensas del cuerpo, aumentando el riesgo de infecciones.
Efectos sobre el apetito y el metabolismo: Tanto la dexametasona como el cannabis pueden estimular el apetito, lo que podría conducir a un aumento significativo en el consumo calórico y un riesgo de aumento de peso. Además, la dexametasona puede causar retención de líquidos y aumento de glucosa en sangre, efectos que podrían complicarse con el uso de cannabis en dosis elevadas.
Riesgo cardiovascular: El cannabis puede causar un aumento temporal de la frecuencia cardíaca y la presión arterial. La dexametasona también puede contribuir al aumento de la presión arterial debido a la retención de líquidos. Esto podría poner en riesgo el sistema cardiovascular, especialmente en personas con problemas preexistentes.