Efectos cruzados: La cocaína puede amplificar la energía y la estimulación durante los efectos del LSD, intensificando tanto las experiencias placenteras como los episodios de ansiedad, paranoia o desorientación.
Riesgo psicológico: El LSD ya puede provocar ansiedad o paranoia, especialmente en dosis altas o en personas sensibles. La cocaína puede exacerbar estas emociones, aumentando el riesgo de un “mal viaje” o de episodios de pánico. La cocaína, al ser un estimulante, puede dificultar la capacidad de procesar las emociones y percepciones alteradas por el LSD, generando confusión o descontrol mental.
Impacto físico: La cocaína aumenta significativamente la frecuencia cardíaca y la presión arterial. Aunque el LSD no tiene un impacto cardiovascular directo, su efecto estimulante leve combinado con la cocaína puede sobrecargar el sistema cardiovascular, aumentando el riesgo de arritmias, hipertensión severa o colapso cardíaco en personas vulnerables.
Riesgo de descontrol sensorial y emocional: Ambas sustancias alteran las percepciones sensoriales. La combinación puede amplificar estas alteraciones, lo que puede ser placentero para algunos usuarios, pero abrumador o incluso aterrador para otros.
Duración y sincronización de efectos: Los efectos de la cocaína son de corta duración (30-60 minutos), mientras que el LSD puede durar de 8 a 12 horas. Esto puede llevar a un desequilibrio emocional cuando los efectos estimulantes de la cocaína desaparecen y el usuario sigue bajo la influencia del LSD, generando ansiedad o agotamiento.
Riesgo conductual: La cocaína reduce las inhibiciones y afecta el juicio, mientras que el LSD puede distorsionar la percepción de la realidad. Esto puede llevar a comportamientos impulsivos, peligrosos o autodestructivos.