Efectos cruzados: El CBD podría suavizar algunos de los efectos ansiógenos o estimulantes de la ketamina, haciendo que la experiencia sea más manejable para algunos usuarios. Sin embargo, también podría amplificar la relajación y la sedación, aumentando el riesgo de letargo o desconexión.
Riesgo psicológico: La ketamina puede inducir estados disociativos profundos, que pueden ser difíciles de manejar emocionalmente. El CBD podría ayudar a reducir la ansiedad asociada con estos estados, pero no elimina por completo los riesgos de confusión o desorientación. En algunos casos, la combinación puede generar un estado emocional contradictorio si el usuario no está preparado para manejar las alteraciones perceptuales de la ketamina.
Impacto físico: La ketamina puede causar mareos, náuseas y sedación. El CBD, al ser un relajante, podría amplificar estos efectos, aumentando el riesgo de fatiga o pérdida de coordinación. Ambas sustancias pueden disminuir la presión arterial en algunas personas, lo que podría causar mareos o desmayos, especialmente si se consumen en dosis altas.
Sobrecarga sensorial: La ketamina altera significativamente la percepción sensorial, y el CBD podría amplificar esta relajación, llevando a una experiencia sensorialmente rica pero potencialmente abrumadora.
Duración y sincronización de efectos: La ketamina tiene efectos de corta duración (30-60 minutos), mientras que el CBD tiene efectos más prolongados (2-6 horas). Esto puede causar un desbalance emocional si los efectos de una sustancia persisten más que los de la otra.
Entorno y preparación (“Set & Setting”): Es crucial consumir estas sustancias en un entorno seguro y controlado, ya que la ketamina puede inducir estados introspectivos profundos que, combinados con el CBD, podrían ser difíciles de manejar en un entorno caótico o inseguro.