Riesgo de sangrado: El alcohol puede aumentar el riesgo de sangrado al interferir con la función plaquetaria y afectar la coagulación, lo que puede potenciar el efecto anticoagulante del rivaroxabán. Esto aumenta el riesgo de hemorragias, incluso en situaciones de bajo riesgo o trauma menor.
Efectos gastrointestinales: El alcohol puede irritar el revestimiento del estómago y aumentar el riesgo de úlceras gástricas y sangrado gastrointestinal. Combinado con rivaroxabán, este riesgo se ve amplificado, ya que el anticoagulante puede dificultar la coagulación y controlar el sangrado en el tracto gastrointestinal.
Efectos sobre la función hepática: El alcohol es metabolizado en el hígado, y su consumo excesivo puede afectar la función hepática. Dado que el rivaroxabán también se metaboliza en el hígado, el consumo de alcohol en grandes cantidades podría alterar el metabolismo del anticoagulante, lo que podría aumentar su concentración en sangre y, por lo tanto, el riesgo de efectos secundarios.
Riesgo de deshidratación: El alcohol puede deshidratar el cuerpo, lo que podría aumentar el riesgo de efectos adversos del rivaroxabán, especialmente en términos de complicaciones renales o cardiovasculares.