Efectos aditivos depresivos: Midazolam y alcohol son ambos depresores del sistema nervioso central. Cuando se combinan, los efectos de ambas sustancias se potencian mutuamente, lo que aumenta significativamente los riesgos de sedación profunda, pérdida de conciencia, depresión respiratoria y colapso cardiovascular. La combinación puede llevar a un estado de somnolencia excesiva o sedación profunda, incluso con dosis más bajas de cada sustancia.
Riesgo de depresión respiratoria: El alcohol y el midazolam pueden disminuir la frecuencia respiratoria. Juntos, pueden causar una depresión respiratoria severa, lo que puede resultar en una falta de oxígeno y, en casos graves, en la muerte.
Aumento del riesgo de sobredosis: El alcohol puede enmascarar los efectos sedantes del midazolam, lo que lleva a una sobredosis inadvertida de uno o ambos productos. Una persona puede no sentir el nivel de sedación que normalmente experimentaría con midazolam solo, lo que puede llevar a un consumo excesivo sin darse cuenta.
Pérdida de control motor y cognitivo: Ambas sustancias afectan la coordinación motora y las habilidades cognitivas. Su combinación puede incrementar el riesgo de caídas, accidentes y lesiones debido a la disminución de la capacidad de juicio y reacción.