Efectos sobre el sistema nervioso: Al combinar ambas sustancias, los efectos estimulantes del tabaco pueden contrarrestar en parte los efectos sedantes del alcohol, creando una experiencia en la que el usuario puede no ser completamente consciente de lo que está ocurriendo en su cuerpo (por ejemplo, podría no sentir el grado de intoxicación por alcohol que realmente tiene).
Efectos sobre la salud cardiovascular: La combinación de ambas sustancias puede aumentar la presión arterial y el estrés cardiovascular, aunque no es tan grave como combinaciones más peligrosas. A largo plazo, el uso frecuente de ambas puede contribuir a un daño cardiovascular progresivo.
Efectos sobre el hígado: El tabaco es conocido por su impacto negativo en el hígado, ya que favorece la inflamación y toxinas que pueden interferir con su función.
El alcohol también es tóxico para el hígado, especialmente cuando se consume en grandes cantidades, pudiendo llevar a enfermedades hepáticas, como cirrosis o hepatitis alcohólica.
Al combinar ambos, el daño hepático se puede ver potenciado. El hígado debe procesar tanto las toxinas del tabaco como las del alcohol, lo que puede incrementar el riesgo de daño hepático en el tiempo.
Efectos sobre la salud mental: La combinación de estas sustancias puede empeorar el estado emocional, especialmente cuando se consume en grandes cantidades. Las personas que consumen regularmente ambas sustancias pueden ser más vulnerables a trastornos emocionales y psicológicos.
5. Riesgo de dependencia: Juntas, ambas sustancias pueden crear un patrón de consumo habitual más difícil de controlar, lo que podría aumentar el riesgo de dependencia de ambas (nicotina y alcohol). Las personas que combinan ambas sustancias con frecuencia podrían tener más dificultades para dejar de consumirlas.